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Qué es el Yoga (por Susana Iraberri)

 

El Yoga surgió hace unos cinco mil años en la India. Se empieza a extender por occidente al ser conocidos los muchos beneficios que puede aportar a nuestra vida, cada vez más necesitada de tranquilidad, equilibrio y salud.

La palabra Yoga significa "unión". Unión de lo físico, lo tangible, con lo que no lo es tanto: la mente, las emociones, la espiritualidad, la energía de la que estamos hechos. Una unión que pretende integrar en la práctica, todos estos aspectos que constituyen el ser humano y forman parte equivalente de su esencia. Esta integración favorece la armonía con uno mismo, con los demás y con el entorno que nos rodea.

Pero por encima de todo el Yoga desde mi punto de vista es Conciencia, y quiero definir la palabra Conciencia, porque se le puede atribuir un aspecto algo esotérico, pero es algo mucho más sencillo y humano. Poner conciencia es poner atención. Poner atención para darnos cuenta de qué se mueve en nuestro interior cuando en el exterior algo está sucediendo. Poner atención para darnos cuenta qué pasa con la vida!

La práctica de Yoga continuada proporciona un aprendizaje para “normalizar” y reintegrar esa atención hacia el cuerpo, hacia el interior, que es el verdadero portavoz de nuestra existencia. Cuando somos niños somos atención plena (mindfulness) vivimos en el presente, no existe pasado ni futuro, pero es una habilidad que perdemos con el tiempo.

Vivir con consciencia, de una manera más consciente, con más atención, nos hace más libres.

Hemos perdido el norte en estos tiempos cuando nos creemos que ser libre es poder decidir entre 10 marcas de Yogurt en el supermercado. La verdadera libertad ha de pasar por tomar decisiones conscientes, basadas en responder nuestras necesidades más básicas, de alimento, pero también de sustento emocional, de protección, de seguridad, de amor, de pertenencia. Porque nos  alimentamos de comida, pero en igual medida del aire que respiramos, de conocimientos , del respeto hacia nuestra persona, del amor recibido…

Como he dicho, el ser humano está conformado por varios cuerpos o capas (Koshas), tenemos un cuerpo físico, material, pero también una mente que piensa, discurre, imagina y aprende, y un cuerpo energético, que permite que el cuerpo físico y el mental se encuentren en armonía y perfecto funcionamiento, cuando éste tercero fluye en equilibrio.

El cuerpo nos habla constantemente a través de señales físicas, con síntomas, de cómo está viviendo en su interior lo que le ocurre al individuo en relación con su entorno. Si yo me encuentro con una persona que no me resulta agradable o que me ha hecho sentir mal en alguna ocasión, mi cuerpo acelerará las constantes vitales, aumenta la adrenalina y la frecuencia cardíaca, la sudoración, y los músculos se tensan. Si yo a lo largo de los años, he desoído y obviado estas reacciones corporales, puedo llegar a ser capaz de no reconocerlas, haciéndome creer a mí mismo, que no pasa nada, que ante un peligro o una situación  que he vivido anteriormente como desagradable, no tengo que hacer nada, dejándome en la más absoluta indefensión y quedándome expuesto a caer de nuevo en el mismo error, a sufrir de nuevo el dolor.

Si soy capaz de escuchar el cuerpo y a atenderlo, sabré interpretar lo que ocurre en mi interior y podré decidir cuál es la decisión a tomar en función de los que más necesite en cada momento. Una decisión ajustada a mi necesidad y basada en el respeto a mí mismo y al otro. Esto es lo que realmente nos hace libres, libres para darnos lo que necesitamos, sin engañarnos, sin ponernos piedras en el camino. Porque si sabes y reconoces que algo no te conviene, podrás pasar de largo con cuidado y sin sentirte obligado a hacer algo que sabes que no te hace bien.

Ser libre desde mi punto de vista es saber qué necesito, aquello que es bueno para mí, disponer de la energía suficiente para buscar lo que puede saciar ésta necesidad, y ser capaz de dármelo, eso sí, con la capacidad de aceptar lo conseguido y retirarme sin apego, pero también con la capacidad de aceptar la frustración de no haberlo conseguido si es así.

El Yoga interviene en todo este proceso, porque enseña a poner conciencia, atención en cada momento, nos enseña a escuchar el cuerpo, conciencia corporal, nos enseña a atender la mente sin engancharnos en ella, a convertirnos en el observador de nuestros pensamientos, porque no somos nuestros pensamientos. La mente debería ser una herramienta, no el motor de nuestras vidas. El Yoga nos enseña a reconocer nuestras emociones y darles el espacio y el valor que se merecen, porque éstas nos hablan de nuestra historia.

Cuando en las sesiones de Yoga experimentamos vivencias de manera consciente, éstas quedan  registradas a nivel celular, de manera que nos facilitan el acceder a ellas en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, si yo aprendo a relajarme de una manera consciente, mis células registran ese estado, como el que lo deja grabado en una memoria. De esta manera podré acceder a ese estado de una manera sencilla en un momento de mi vida en que verdaderamente lo necesite.

Hay veces que pueda parecer que una sesión de yoga está diseñada para preparar el momento final de meditación. Y así es en cierta manera, pero a mí me gusta establecer en  mis clases una premisa, y es que empezamos a meditar desde el minuto cero de la sesión, el Yoga debe ser  un ejercicio constante de atención, de vivir la experiencia de lo que ocurre en el momento presente, y de vivirla con responsabilidad, reconociendo que lo que ocurre, me ocurre a mí, y soy yo el principal “actor” de mi propia historia.

De esta manera se puede entender mejor algo que yo digo a menudo, y es que puedes practicar Yoga mientras te lavas las manos, mientras cocinas, mientras caminas hacia el trabajo o cuando subes y bajas las escaleras de casa. En realidad deberíamos prestar atención a lo que hacemos en cada momento, con los mismos ojos con los que mira un niño, al que no le interesa nada más que lo que está pasando en este mismo instante, aquí y ahora. Pero conforme crecemos esto se pierde, nos perdemos a nosotros mismos en la tristeza y la rabia de lo acontecido en el pasado, o en la pre-ocupación o el miedo por lo que vendrá en el futuro (origen éste de la tan sufrida ansiedad) sin darnos cuenta que nos estamos perdiendo la experiencia del presente. Y nos tenemos que dar cuenta de algo muy importante: la vida sólo transcurre en el momento presente. La vida se vive, se experimenta, en el presente. Y  es aquí y ahora donde nos deberíamos centrar para tomar esas decisiones conscientes que irán escribiendo los renglones del guión de nuestra vida.

Cuando decimos “me ha salido un dolor en la pierna” o “se me ha hecho una contractura”, parezca que la pierna o la contractura han decidido atentar contra mi persona, como si yo no fuera responsable de ello. Hay que saber que cuando el cuerpo se duele, o existen tensiones, en ese dolor o en esa tensión, hay mucho de nuestra historia, hay mucho de nuestras emociones ahí contenido.

La sesión de yoga vivida sin conciencia, sin experimentar lo que está ocurriendo en el momento presente, que es el único momento en el que existen y suceden las cosas, es simplemente una sesión de gimnasia, un ejercicio físico más o menos exigente. Si no te apetece ir más allá de esto, no hace falta que salgas del gimnasio.

El yoga es presencia, es experiencia, el Yoga es vida, es un ARTE DE VIVIR,  es aprender a vivir la vida en toda su dimensión..  Eso sí, si te ha llevado una vida llegar hasta este punto, que quede claro que no hay milagros de un día, como todo lo que supone u ofrece un cambio profundo en tu vida, se necesita compromiso, responsabilidad, constancia y continuidad con la práctica y el proceso que supone. Los que  pretenden “iluminarse” en un fin de semana mejor que se tomen una cervezas y dejen de perder el tiempo…

Soy Profesora de Yoga y Terapeuta Guestalt, también ingeniero técnico en funciones. En un momento muy delicado de mi vida me di cuenta que no estaba poniendo la atención en lo realmente importante. Decidí empezar a cuidarme y recuperar, re-aprender, un modo de vida más básico, desde cero, que me aportara serenidad, salud y bienestar. Después de muchos años practicando Yoga decidí formarme como profesora y a la vez como Terapeuta Guestalt, dos campos que confluyen de una manera muy especial. Sigo en el camino de aprender y me hace feliz poder trasladar a otros a través de mis clases, lo que a mí me ha servido y me sigue haciendo tanto bien.

Me preguntaban por los beneficios de la práctica del Yoga, son innumerables y en todos los aspectos del ser humano, pero es algo que os invito a comprobar por vosotros mismos…

Artículo escrito por Susana Iraberri y publicado en Diciembre de 2016 en la revista Vozes (páginas 36,37,38 y 39).

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